¡Judas!
Ese fue el insulto que tuvo que escuchar don Roberto en una de sus actuaciones en la Isla, en Manchester concretamente, antes de atacar esta canción. El problema no era esta canción en concreto, claro. El problema es que desde un tiempo antes, en Newport, don Roberto estaba usando, además de la sagrada guitarra acústica, el símbolo del cantautor concienciado que se dirige a sus fieles, también una guitarra eléctrica, con todo lo que eso significa: una banda tras él, un grupo de rock. Don Roberto se había vendido. Qué horror. Y desde ese momento dejaba de ser patrimonio de los folkies buenos, de los guardianes de la ortodoxia, para convertirse en otro agente del capitalismo. O algo así. Lo que tienen que sufrir los espíritus puros...